A
la vista del cariz que en los últimos años ha ido tomando el proceso
independentista en Cataluña, un deseo de segregación que se viene repitiendo a
lo largo de la historia, hemos dedicado parte de nuestro análisis a la
situación catalana, ahora que esos anhelos vuelven a
aparecer con un masivo apoyo popular. Particularmente, son tres artículos los
publicados en diferentes medios. Por orden cronológico son estos: “El asunto
catalán: de aquellos polvos estos lodos” (enero de 2016) y, en estas últimas
fechas, otros dos: “Cataluña, víctima de la ineficacia y de la obstinación” y “Cumplir
las leyes”.
Estos son algunos párrafos entresacados de esos tres artículos,
escritos antes de desencadenarse los hechos que han tenido lugar desde el día
28 de octubre, en concreto: la confusa declaración unilateral de independencia
(DUI) y la inmediata aplicación del artículo 155 de la Constitución, aprobado
previamente en el Senado.
“Cataluña
ha estado reivindicando la independencia desde el siglo XIV. En 1716, a raíz de
la guerra de Sucesión, Felipe V, tras la promulgación del Decreto de Nueva
Planta, derogó las leyes y las instituciones catalanas. Cataluña,
con idas y venidas, ha mantenido la autonomía, a saltos, durante un largo
periodo de tiempo, pero, según las investigaciones de expertos historiadores,
Cataluña nunca ha sido legalmente independiente”.
“Pensamos
que la petición popular de independencia tiene un carácter emocional, y
que esto no es una reivindicación por razones económicas o sociales”.
“El
problema se ha enquistado porque el actual sistema socioeconómico y este
modelo político "pseudodemocrático" no tienen una respuesta, que no
sea violenta, cuando se enfrentan dos poderes, en este caso políticos”.
“Quiero
decirles a los promotores de la iniciativa independentista que nunca se ha
conquistado la segregación o la independencia sin el uso de la violencia.
Tampoco se ha derrotado a un sistema económico y social a través de las urnas”.
A partir de la fecha señalada, 28 de octubre, el ingenuo ciudadano
ha podido observar, atónito, que después de tanto tiempo, de tantas acciones
por parte de los independentistas, de las masivas movilizaciones, el asunto ha
reventado como un globo, quedando todas esas manifestaciones en agua de
borrajas. Algo que nos resulta sospechoso y nos invita a la reflexión y a la
inferencia atrevida de lo que podría ser algo muy diferente a la farsa que nos
han querido “vender”. Algo que podría formar parte de un plan de mayor alcance,
como trataré de explicar de la mejor forma posible.
Al margen de los acontecimientos que, de una u otra forma, estamos
viviendo, o a los que estamos asistiendo desde la distancia, por desconfiar de
la autenticidad de los hechos, nos atrevemos a adentrarnos en este asunto, en
forma de ensayo, de lo que podría ser lo que definimos como el ensayo catalán, por
sospechar, y sólo sospechar, que se trata de una tapadera para alcanzar otros objetivos
diferentes a la mera represión frente a la reivindicación secesionista.
Emplearemos aquí el término “ensayo" en un doble sentido: en lo
que podría ser una experiencia política con unos fines muy distintos a lo que
nos han mostrado, y, por otro lado, en la forma de atajar el problema desde mi
óptica personal. Una manera de abordarlo menos científico que el análisis, pero
como una forma más libre de aproximarnos al conflicto, a sus consecuencias, a
las intenciones, a sus raíces y a los elementos más oscuros que han podido
entrar en juego. En el ensayo, el pronóstico es más arriesgado que en el
análisis, pero tiene la ventaja de que el rango de libertad con el que se
expresa permita descubrir lo que permanece intencionadamente oculto.
La patronal y el Procés
Como
dijimos en alguno de los artículos citados, mientras los políticos catalanes
hacían y deshacían a su antojo, el poder económico permanecía inerte. Pareciera
que no se tomaban en serio ese Procés,
pensando que “la sangre no llegaría al río”. Algo que alimenta nuestras
sospechas. Una vez que el llamamiento a las urnas el primero de octubre
movilizó a más de dos millones de personas, debieron creer que el asunto
apuntaba maneras. El asunto, a modo de ensayo, se les iba de las manos. Es
entonces cuando comienza un ejercicio de presión, desplazando las sedes de las
empresas más potentes fuera de Cataluña, haciendo buena la máxima, que alguna
vez he expuesto, según la cual “cuando (la clase
dominante) barrunta que su poder puede quebrar, no dudan (sus agentes) en tomar
medidas desorbitadas y desproporcionas a los efectos que algunos
acontecimientos pudieran producir”. Aunque la medida se limita a eso, a ejercer
presión, porque las instalaciones y la producción siguen en su lugar de origen.
Sin embargo, eso es una buena señal para el Gobierno de Rajoy, lo que le
reforzó en su posición de acoso y derribo.
Pero el asunto no está cerrado y podría ser que las intenciones
del ensayo, en las que nos centraremos a continuación, no resulten como se
espera. En expresión vulgar: es posible que la herida se cierre en falso. Los
grupos más reaccionarios, incluido el PSOE, tienen puesto el punto de mira en
las elecciones convocadas para el día 21 de diciembre, en la creencia de que
ganarán, y cerrar el asunto. ¿Y si no ganan?
Cabría pensar que los políticos catalanes, con o sin su anuencia,
han sido utilizados para llevar a cabo el juego.
Lo que se
persigue
Podría ser que el poder económico, la oligarquía, haya utilizado
ese deseo independentista de los catalanes para comprobar hasta qué punto los
ciudadanos son capaces de soportar cambios que degrade aún más la actual
situación y crear un nuevo modelo político aplicable al Estado en su conjunto que
sustituya al vigente, totalmente agotado. El enfrentamiento a la intención
secesionista permitiría cerrar filas en torno al nacionalismo centralista de
todos los partidos que se autodefinen como constitucionalistas (PP, PSOE y
Ciudadano). La adhesión incondicional del PSOE a las medidas represivas del PP en
Cataluña parece una medida orquestada para recuperar el bipartidismo, pero en
este caso no se trataría de la alternancia cada dos o tres legislaturas.
Descartado el apoyo nacionalista al partido más votado, como ha venido siendo
habitual en años anteriores, la estrategia “democrática” consistiría, a partir
de ahora, en la consolidación de una sola opción al estilo alemán participada,
de una u otra manera, por PP y PSOE. La iniciativa ya estaba en marcha porque,
como una pieza más del plan, en la actualidad el PP gobierna gracias al apoyo
de los falsamente llamados socialistas.
Este nuevo modelo se traduciría en una democracia autoritaria
(flagrante contradicción) que protegiera a los actuales corruptos y ocultara la corrupción futura.
De esta manera, el raquítico panorama político, desconfigurado el
esquema izquierda-derecha, quedaría así: Un bloque mayoritario PP-PSOE, una
débil oposición de Podemos e IU, una serie de minorías nacionalistas desarticuladas
y un grupo de extrema derecha, dispuesto a apoyar las políticas más
reaccionarias.
A modo de
conclusión
Si todo el fenómeno catalán ha sido un teatrillo para propiciar
los deleznables fines señalados, lo podremos comprobar en los próximos meses al
observar en qué se traducen las desmedidas acusaciones y las penas solicitadas
por la fiscalía a los dirigentes catalanes. De momento, es sorprendente que los
grupos políticos derrotados, que rechazan las medidas del artículo 155 de la
Constitución, hayan anunciado que se presentarán a esas elecciones que se han
convocado al amparo del citado artículo.
Sea una cosa o sea otra, sea un ensayo para cambiar el escenario
político para seguir protegiendo a la oligarquía, o sea el fruto de unos
políticos oportunistas que quieren su propio reino de taifa, las víctimas son
las de siempre: el pueblo llano, engañado y manipulado al que le han arrastrado
por la vía de las pasiones, como si de una disputa futbolera se tratara. La
frustración y el desengaño van de la mano y ya no causan mella en una sociedad
demasiado castigada. Los desaprensivos políticos de uno u otro bando,
independentistas o inquisidores, deberían ser castigados con el mejor
instrumento a nuestra disposición: la abstención. Pero mucho me temo que en
diciembre las urnas se llenarán aunque los elegidos sigan siendo nuestros
verdaderos enemigos.
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