miércoles, 11 de junio de 2014

REPÚBLICA O MONARQUÍA

Ante la decisión personal del actual Monarca, se vuelve a abrir el debate Monarquía-República. Un asunto recurrente que muestra que la actual es una situación forzada y establecida a espaldas del pueblo y de la razón.
Aunque desde este mismo momento apostamos por la opción republicana, hemos se señalar que la República, por sí misma, no garantiza la mejora de las clases populares, ni un mejor reparto de la riqueza. República o Monarquía no constituye la principal contradicción desde una óptica social o económica. Por eso, como en otras ocasiones, queremos ir un poco más al fondo del problema, abordando globalmente el sistema socioeconómico, sus miserias y sus efectos sobre una sociedad de clases.

El poder y el miedo en un sistema de dominio
El poder y el miedo son dos elementos dinámicos que juegan un papel fundamental en la dimensión represiva que conlleva una práctica política imperfecta como la vigente a la que, por ingenuidad o ignorancia, una amplia mayoría reconoce como democracia. Una democracia limitada, manipulada y establecida desde el poder como una estrategia para el mantenimiento de eso que llaman “paz social”, tan necesaria para que los de arriba sigan dominando y enriqueciéndose sin poner límites a su avaricia.
El poder y el miedo, como hemos expresado en anteriores ocasiones, se encuentran en relación inversa: a más miedo menos poder y viceversa. Los que ostentan el poder imponen las reglas del juego de los que se manifiestan ante la injusticia y la desigualdad. Es el sistema el que, a través de sus tentáculos (las instituciones políticas, los medios de comunicación y la escuela) determina lo que está bien y lo que está mal. De esta manera, han ganado la baza pacifista. Las protestas se han de llevar a cabo sin violencia, lo que les preserva de cualquier desequilibrio, y les refuerza su poder. Así, el pueblo llano es temeroso cuando incumple las normas impuestas, lo que le resta poder.
Los que tienen el poder tratan de mantener una amplia franja de seguridad para proteger sus intereses y su riqueza. Por lo tanto, cuando barruntan que su poder puede quebrar, no dudan en tomar medidas desorbitadas y desproporcionas a los efectos que algunos acontecimientos pudieran producir, situación a la que estamos asistiendo en estos días.

Los más recientes acontecimientos  
Son varios los acontecimientos que ahora se suman a la ya de por sí deteriorada situación política, económica y social de nuestro país: El proceso judicial de miembros de la Corona, los resultados de las últimas elecciones y la abdicación y relevo del Monarca. ¿Guardan relación unos hechos con otros? Como es habitual, los motivos oficiales que se suelen aludir ante situaciones de cierta transcendencia suelen ser falsos, como está ocurriendo con el cambio de Rey. Nadie se ha creído eso de la regeneración como causa única y fundamental del relevo. En los “mentideros” de la corte se comenta que el “amor” está jugando un importante papel, con el fin de añadir una nota romántica al asunto aunque, en realidad, el comentario se convierte en algo totalmente irrisorio. Un anciano en tan mal estado físico lo que necesita es asistencia sanitaria.
Los medios de comunicación, como siempre al servicio del que tiene más poder, no han analizado con el rigor que se requiere la relación entre esos tres acontecimientos que hemos enumerado.
Como premisa, hemos de señalar que el propio Jefe de Estado, en su alocución de fin de año, no mostraba muestras de abandono, por el contrario nos dijo que seguiría en su puesto. Ahora nos quieren convencer de que una semana después tomó la decisión de abandonar.
A mi juicio, el relevo en la Corona se ha precipitado por los otros dos acontecimientos. El inevitable e inminente procesamiento de miembros de la Monarquía, y las posibles implicaciones directas del Monarca, son motivos más que suficientes para establecer desde el poder una estratagema de esta índole. Si a ello se le añade los resultados de las elecciones del 25 de mayo, que rompen con el modelo político del bipartidismo y la alternancia, es razonable pensar que se cierre el círculo de la manera que se ha llevado a cabo: procesamiento por corrupción-ruptura del modelo político-abdicación. Abdicación consensuada con los miembros del poder real o poder económico, y gestionada por los políticos serviles.
Es posible que los miembros de la realeza procesados por corrupción se libren de las penas correspondientes a los presuntos delitos cometidos. Las leyes están hechas para castigar a la plebe y defender a los poderosos. En ese sentido, como en tantos otros, poco nos distancia del Medievo. Pero, en cualquier caso, cabe esperar que la Institución quede tocada, aunque el titular sea otro diferente.
El otro acontecimiento que ha precipitado el relevo en la Corona es, sin duda, el derrumbe del bipartidismo puesto de manifiesto en las últimas elecciones del mes de mayo. De no variar demasiado el panorama político, ningún partido obtendrá mayoría absoluta en las próximas confrontaciones electorales. Además, tanto PSOE como PP tendrán una considerable caída en número de votos. En resumen, los votos y escaños quedarán repartidos entre un amplio número de grupos. Por lo tanto, este es el momento que les ha parecido más adecuado, con mayorías de populares y socialistas en las Cortes, para el relevo en la Corona.  
En toda esta operación, hay que destacar el sucio papel jugado por Rubalcaba y los suyos. Obligado por el poder a declarar de forma manifiesta su contradicción, renunciando a esa vocación republicana, les ha llevado al extremo del ridículo.


Pero parece que este es el camino. Ante la irrupción de nuevos grupos políticos, que sintonizan en mayor grado con la ciudadanía, intentarán formar los Gobiernos mediante pactos entre PP y PSOE, como algunos elementos a sueldo del gran capital vienen anunciando. Alemania ha abierto la brecha. Estas alianzas, actuales o futuras, son muestra evidente de que el sistema buscará siempre la forma política  más adecuada a los intereses de los que dominan. El acuerdo de gabinete para sacar hacia adelante la ley de abdicación del Rey es un primer paso en esa camaleónica práctica política de estos países que se autodenominan democráticos. Por tanto, hay que ser prudentes a la hora de reivindicar la República, porque el sistema no tiene problemas de adaptación a cualquiera de las fórmulas, para mantener, como ahora, la desigualdad y el poder en manos de unos pocos.

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