lunes, 30 de enero de 2012

LA VIDA Y LA FATALIDAD

En el momento actual se amontonan acontecimientos de índole aparentemente diferente, pero con un sustrato común: el triunfo de la sinrazón. Cambio de Gobierno con una tendencia social regresiva, la exculpación de presuntos delincuentes ante la evidente prueba de culpabilidad, persecución y condena de personas que buscan y luchan por el progreso, corrupción en las más altas esferas del Estado, etc., son algunos de ellos.
En el orden internacional, escapan a las leyes naturales, a la integración social y al supuesto entendimiento individual o colectivo todas las actuaciones políticas que se están llevando a cabo en el marco de la UE. Los recortes, los ajustes presupuestarios y las subidas de impuestos frenan el consumo, lo que supone una merma en la producción y, como consecuencia, un aumento del desempleo, cerrando, de esta manera, un  círculo destructivo de la situación socioeconómica. Es como si se tratara de un tren descontrolado que se dirige de manera irremediable hacia el abismo. Cualquier análisis o comentario sensato niega este tipo de políticas, pero la realidad es que se están llevando a cabo sin que alguien, colectivo u organización, haga algo por evitarlo. ¿A que responde este modo de comportamiento de los que nos dirigen y  la aceptación sin rebeldía de los más perjudicados?.
Además de todos los resortes de los que  el poder dispone y emplea para mantener esta caótica situación, sin caer en creencias esotéricas o supraterrenales, pensamos que existen fuerzas ocultas que se enfrentan a la razón y al sentido común. Quizás esa fuerza sea la abstracción de la trayectoria  errática de esta especie nuestra que ha ido asumiendo de manera progresiva la fatalidad y el sufrimiento como elementos fundamentales de su existencia, en una constante relación de dominio.
Así, huyendo del sensacionalismo, del oportunismo y de la improvisación, hace ya un par de años, en el libro con el título “En los límites de la irracionalidad” escribíamos lo siguiente: “En cierta ocasión oí decir a un ilustre pensador metido a político, de los que ya no quedan, algo así como que las fuerzas del mal tienen más éxito que las fuerzas del bien. Quise interpretar de sus palabras que cuando se dice o se hace algo que pueda suponer progreso para el género humano es necesario esforzarse y empeñarse más que cuando se actúa en contra de la razón. Que la defensa de la verdad es muy  costosa, mientras que mentir es gratuito. Que hay algo de carácter atávico en lo más profundo de la especie humana que le predispone a la aceptación incondicional de la maldad, a la vez que una reticencia para asumir anuncios o hechos encaminados a la superación de las miserias que nos invaden.
Alejados de todo tipo de creencias religiosas, pensamos que es posible que todo ello responda a una especie de embrujo mágico marcado por un pesimismo histórico, consecuencia de una trayectoria errática y desgraciada para las mayorías que pueblan, y han poblado, el planeta.
Este triunfo de la maldad, el engaño y la manipulación sobre la razón y el progreso queda plasmado aquí, en nuestros días, en dos hechos muy concretos: el sucio asunto de corrupción conocido como “caso gürtel”, por cuya causa el fango inunda las estructuras del PP y a algunos de sus máximos dirigentes, y el acoso al juez Garzón, instructor del asunto anterior, en perfecto acoplamiento uno con el otro caso.
En su frenética carrera hacia la conquista del poder político, como exclusivo objetivo de sus dirigentes, el PP busca con  todos los medios a su alcance la nulidad del caso, entorpeciendo la investigación, hasta el punto de acorralar hasta el límite al instructor, en esta ocasión el juez Garzón, distinguido por ser un magistrado ejemplar y valiente.
Pues bien, ante un flagrante sucio asunto de corrupción y una brillante carrera de un juez, es éste el que podría ser castigado frente a la salida indemne de una formación política perversa que utiliza de forma permanente la mentira y la falsa acusación para alcanzar sus metas sin que sus errores, sus corruptelas y sus quimeras les castiguen políticamente. El resultado podría plasmarse en el triunfo del PP en las próximas elecciones generales y en la expulsión de un gran profesional de la justicia, sin que sea probada, ni tan sólo reconocida, la prevaricación o delito alguno relacionado con su función. ¿Qué es lo que se oculta tras este injusto tratamiento entre lo perverso y la razón?”.
Reproducimos el texto tal cual porque, como se puede observar, los pronósticos se van cumpliendo a “rajatabla”.  De momento el PP ha ganado las elecciones. Camps y sus secuaces se han librado de manera vergonzante del delito que la instrucción, la acusación particular y el fiscal les imputaban, con lo que el primer paso para que el PP se desligue del caso de corrupción gürtel se ha dado. Garzón ya ha pasado dos veces por el Supremo, y está a punto de pasar por tercera vez. La primera causa, relacionada con las escuchas, es aquella por la que el juez tiene más posibilidades de ser condenado, lo que tiene claras implicaciones en el citado caso de corrupción. Por lo tanto el segundo paso, en esa línea de intentar eclipsar la culpabilidad del PP en ese feo asunto,  puede estar a punto de darse.  
En el terreno de lo tangible, los grandes medios de comunicación constituyen uno de esos resortes del poder para potenciar esa actitud masoquista de los individuos, incrementando el derrotismo y la aceptación de lo aparentemente irreparable. El oportunismo es el  principal recurso de esas  grandes  empresas de la manipulación y de la información irreflexiva y machacona. Son como buitres en busca de la carroña para luego limitar su papel al sensacionalismo neto, a un zafio tratamiento del acontecimiento y al posterior abandono sin valorar las consecuencias o la proyección social de los hechos. Esos acontecimientos son tratados como sucesos puntuales e inconexos. Los espectadores, imbuidos de ese pesimismo irracional, consumen la información como si fuera un producto fungible, en espera de otras noticias que den rienda suelta a las más elementales emociones que les proporcione de manera puntual una explosión de satisfacción o, en caso contrario, les provoque la repulsa o la indignación. Desgraciadamente, los mass media tienen una enorme influencia en las vidas de los ciudadanos, en la evolución social y política y en mantenimiento de eso que calificamos mundo mágico, porque se han consolidado como puente entre los abusos y desatinos de los poderosos y la resignada aceptación de los hechos de una sociedad no pensante. 

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